lunes, 30 de mayo de 2016

El teatro español después de la guerra civil



EL TEATRO POSTERIOR A LA GUERRA CIVIL


 Tres sombreros de copa
   


                   - Lee estos textos y contesta las siguientes preguntas:
 
                                                    TEXTO 1


1- ¿Qué característica de la sociedad convencional critica Mihura a través de lo que dice Don Rosario?

La característica que critica Mihura a través de lo que dice Don Rosario es la rutina y el conformismo que tienen todos los huéspedes del hotel. Don Rosario había estado quince años de su vida diciendo que al fondo, mirando por la ventana se podían ver tres lucecitas blancas (pues su padre así se lo había dicho), todos los huéspedes del hotel asentían sin comprobar el color de las luces, sin embargo Dionisio es el único que se percata de que en realidad son dos blancas y una roja a la izquierda.



 
DON ROSARIO. Es la mejor habitación, don Dionisio. Y la más sana. El balcón



da al mar. Y la vista es hermosa. (Yendo hacia el balcón.) Acérquese. Ahora no



se ve bien porque es de noche. Pero, sin embargo, mire usted allí las lucecitas



de las farolas del puerto. Hace un efecto muy lindo. Todo el mundo lo dice.



¿Las ve usted?



DIONISIO. No. No veo nada.



DON ROSARIO. Parece usted tonto, don Dionisio.



DIONISIO. ¿Por qué me dice usted eso, caramba?



DON ROSARIO. Porque no ve las lucecitas. Espérese. Voy a abrir el balcón.



Así las verá usted mejor.



DIONISIO. No. No, señor. Hace un frío enorme. Déjelo. (Mirando



nuevamente.) ¡Ah! Ahora me parece que veo algo. (Mirando a través de los



cristales.) ¿Son tres lucecitas que hay allá a lo lejos?



DON ROSARIO. Sí. ¡Eso! ¡Eso!



DIONISIO. ¡Es precioso! Una es roja, ¿verdad?



DON ROSARIO. No. Las tres son blancas. No hay ninguna roja.


DIONISIO. Pues yo creo que una de ellas es roja. La de la izquierda.


DON ROSARIO. No. No puede ser roja. Llevo quince años enseñándoles a


todos los huéspedes, desde este balcón, las lucecitas de las farolas del puerto,


y nadie me ha dicho nunca que hubiese ninguna roja.


DIONISIO. Pero ¿usted no las ve?


DON ROSARIO. No. Yo no las veo. Yo, a causa de mi vista débil, no las he


visto nunca. Esto me lo dejó dicho mi papá. Al morir mi papá me dijo: «Oye,


niño, ven. Desde el balcón de la alcoba rosa se ven tres lucecitas blancas del


puerto lejano. Enséñaselas a los huéspedes y se pondrán todos muy


contentos...» Y yo siempre se las enseño...


DIONISIO. Pues hay una roja, yo se lo aseguro.


DON ROSARIO. Entonces, desde mañana, les diré a mis huéspedes que se


ven tres lucecitas: dos blancas y una roja... Y se pondrán más contentos


todavía. ¿Verdad que es una vista encantadora? ¡Pues de día es aún más


linda!...

                                              TEXTO 2

      
1-¿De qué intenta convencer Buby a Paula? ¿En qué motivos se basa?


 Buby intenta convencer a Paula de que se aproveche de Dionisio y le robe su dinero, llevando a cabo la estafa de siempre. Como Buby no consigue bailar bien y las bailarinas de la compañía bailan demasiado mal deben aprovecharse de viejos burguess para conseguir dinero. Se han hecho bailarinas por el deseo de serlo ya que en realidad ni saben hacerlo bien ni consiguen dinero con ello.

        2- Aunque Buby es, en teoría, un miembro del mundo bohemio del espectáculo, ¿crees que sus ideas y su actitud es bohemia o burguesa? ¿Por qué?

 Aunque Buby sea miembro de un mundo bohemio como es el espectáculo podríamos decir que él en realidad tiene unas ideas y una actitud muy burguesa, parecida a todos aquellos viejos a los que estafan. Buby en realidad se mueve por el dinero que es su único interés en este momento.

        3- Según esto, ¿hay muchas diferencias entre el mundo burgués y el del espectáculo? 

Según este texto lo que nos intenta explicar el autor es que entre el mundo burgués y el mundo del espectáculo no hay ninguna diferencia significativa ya que todos los que componen estos dos mundos se dejan llevar por lo mismo. El dinero, la pasión y otros intereses serán los pilares de esta sociedad. Además nos puede querer decir que ni siquiera los más necesitados actúan de una manera noble, ya que Paula roba a los ricos para conseguir dinero.

  


 
(Pero BUBY se ha levantado y se interpone ante la puerta cerrando el paso


a PAULA. Ha cambiado completamente de expresión y habla a PAULA en tono


apremiante.)


BUBY. ¿Algo?


PAULA. (Disgustada.) ¡Oh, Buby...!


BUBY. (Más enérgico.) ¿Algo?


PAULA. Él es un compañero... ¡Él trabajará con nosotros...!


BUBY. ¿Y qué importa eso? ¡Ya lo sé! Pero los compañeros también a veces


tienen dinero... (En voz baja.) Y nosotros necesitamos el dinero esta misma


noche... Tú lo sabes... Debemos todo... ¡Es necesario ese dinero, Paula...! ¡Si


no, todo está perdido...!


PAULA. Pero él es un compañero... Ha sido una mala suerte... Debes


comprenderlo, Buby...


(Se sienta. Y BUBY también. Pequeña pausa.)


BUBY. Realmente ha sido una mala suerte que esta habitación estuviese


ocupada por un lindo compañero... Porque él es lindo, ¿verdad? (Siempre


irónico, burlón y sentimental.) Sí. Yo sé que es lindo... ¡Ha sido una mala


suerte!... No es nada fácil descorrer un pestillo por dentro y hacer una buena


escena para encontrarse con que dentro de la habitación no hay un buen


viajero gordo con papel en la cartera, sino un mal malabarista sin lastre en el


chalequito... Verdaderamente ha sido una mala suerte...


PAULA. Buby... Esto que hacemos no es del todo divertido...


BUBY. No. Francamente, no es del todo divertido, ¿verdad? ¡Pero qué


vamos a hacerle!... El negro Buby no sabe bailar bien... ¡Y vosotras bailáis


demasiado mal!... (En este momento, en la habitación de al lado, el CORO DE


VIEJOS EXTRAÑOS empieza a cantar, muy en plan de orfeón, «El relicario».


Unos segundos, solamente. Sobre las últimas voces, ya muy piano, sigue
hablando


BUBY.) Es difícil bailar, ¿no?... Duelen las piernas siempre y, al terminar, el


corazón se siente fatigado... Y, sin embargo, a alguna cosa se tienen que


dedicar las bonitas muchachas soñadoras cuando no quieren pasarse la vida en


el taller, o en la fábrica, o en el almacén de ropas. El teatro es lindo, ¿verdad?


¡Hay libertad para todo! Los padres se han quedado en la casita, allá lejos, con


su miseria y sus penas, con su puchero en el fuego... No hay que cuidar a los


hermanitos, que son muchos y que lloran siempre. ¡La máquina de coser se


quedó en aquel rincón! Pero bailar es difícil, ¿verdad, Paula?... Y los


empresarios no pagan con exceso a aquellos artistas que no gustan lo


suficiente... ¡El dinero nunca llega para nada!... ¡Y las muchachas lindas se


mueren de dolor cuando su sombrero se ha quedado cursi! ¡La muerte antes


que un sombrero cursi! ¡¡La muerte antes que un trajecito barato!! ¡¡¡Y la vida


entera por un abrigo de piel!!! (Dentro, el CORO DE VIEJOS EXTRAÑOS vuelve a


cantar algunos compases de «El relicario».) ¿Verdad, Paula? Sí. Paula ya sabe


de eso... Y es tan fácil que una muchacha bonita entre huyendo de su novio en


el cuarto de un señor que se dispone a dormir... ¡Es muy aburrido dormir solo


en el cuarto de un hotel! Y los gordos señores se compadecen siempre de las


muchachas que huyen de los negros y hasta, a veces, les suelen regalar


billetes de un bravo color cuando las muchachas son cariñosas... Y un beso no


tiene importancia... Ni dos, tampoco..., ¿verdad? Y después... ¡Ah, después, si


ellos se sienten defraudados, no es fácil que protesten!... ¡Los gordos


burgueses no quieren escándalos cuando saben además, que un negro es


amigo de la chica!... ¡Un negro con buenos puños que los golpearía si


intentasen propasarse!...


                                              TEXTO 3


 1- ¿Qué suelen hacer los señores como el Odioso Señor cuando llegan a la ciudad compañías de music hall?

  Los burgueses como el Odioso Señor, al llegar compañías como el music-hall a la ciudad acuden a los espectáculos y según nos da a entender en el texto intenta cortejarlas y conquistarlas con regalos para después por la noche poder pasarlo bien con ellas, probablemente teniendo selaciones sexuales, a pesar de estar casado.
 
2- ¿Cómo pretende conquistar a Paula? 


 El Odioso Señor intenta conquistar a Paula por medio de regalos como ligas y medias o bombones y flores, pero luego al ver que la chica se opone le regala cualquier cosa como un bocadillo de jamón y finalmente le ofrece dinero para poder besarla. Es decir que intenta cortejar a la muchacha por medio de riquezas y de dinero.

3- ¿Entiende que le rechace? ¿Por qué?

 Finalmente, cuando Paula le rechaza el Odioso Señor se indigna y comienza a gritar queriendo que la chica le devuelva todo lo que le ha ofrecido anteriormente. El viejo burgués no comprende por qué Paula le ha rechazado ya que piensa que todo se puede conseguir por medido de dinero y siempre le ha funcionado.


4- ¿Qué valores morales de la burguesía critica Mihura con este diálogo aparentemente tan absurdo?

Uno de los vaores que puede estar critacado en este fragmento sería la creencia que tenían los burgueses de que todo lo que quisieran lo podían conseguir por medio del dinero, incluso amor y pasión pagando y regalando cosas a las bailarinas. Otro aspecto que Mihura critica es la hipocresía que tenían los burgueses ya que todos ellos están casados aunque no amen a sus mujeres, pues así lo requiere la sociedad en la que viven.





(Entra por la izquierda EL ODIOSO SEÑOR.)


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Hace demasiado calor en el otro cuarto! Todos están en


el otro cuarto... ¡Y han bebido tanto, que alborotan como perros...!


BUBY. (Muy amable. Muy dulce.) ¡Oh, señor! ¡Pero siéntese usted aquí!


(Junto a PAULA, en el sofá.) Aquí el aire es mucho más puro... Aquí el aire es


tan despejado que, de cuando en cuando, cruza un pajarillo cantando y las


mariposas van y vienen, posándose en las flores de las cortinas.


EL ODIOSO SEÑOR, (sentándose junto a PAULA.) ¿Por fin debutan ustedes


mañana?


PAULA. Sí. Mañana debutamos...


EL ODIOSO SEÑOR. Iré a verlos, para reírme un rato... Yo tengo abonado un


proscenio... Siempre lo tengo abonado y veo siempre a las chiquitas que


trabajan por aquí... Yo soy el señor más rico de toda la provincia...


BUBY. Ser rico... debe ser hermoso, ¿verdad...?


EL ODIOSO SEÑOR. (Orgulloso. Odioso.) Sí. Se pasa muy bien... Uno tiene


fincas... Y tiene estanques, con peces dentro... Uno come bien... Pollos, sobre


todo... Y langosta... Uno también bebe buenos vinos... Mis campos están llenos


de trigo...


PAULA. Pero ¿y por qué tiene usted tanto trigo en el campo?


EL ODIOSO SEÑOR. Algo hay que tener en el campo, señorita. Para eso están.


Y se suele tener trigo porque tenerlo en casa es muy molesto...


BUBY. Y, claro..., siendo tan rico..., ¡las mujeres le amarán siempre...!


EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Ellas siempre me aman... Todas las chiquitas que han


pasado por este Music-Hall me han amado siempre... Yo soy el más rico de


toda la provincia... ¡Es natural que ellas me amen...!


BUBY. Es claro... Las pobres chicas aman siempre a los señores educados...


Ellas están tan tristes... Ellas necesitan el cariño de un hombre como usted...


Por ejemplo, Paula. La linda Paula se aburre... Ella, esta noche, no encuentra a


ningún buen amigo que le diga palabras agradables... Palabritas dulces de


enamorado... Ellas siempre están entre gente como nosotros, que no tenemos


campos y que viajamos constantemente, de un lado para otro, pasando por


todos los túneles de la Tierra.


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Y es de pasar por tantos túneles de lo que se ha


quedado usted así de negro? ¡Ja, ja!


(Se ríe exageradamente de su gracia.)


BUBY. (Como fijándose de pronto en una mariposa imaginaria y como


queriéndola coger.) ¡Silencio! ¡Oh! ¡Una linda mariposa! ¡Qué bellos colores


tiene! ¡Silencio! ¡Ahora se va por allí...! (Por la puerta de la izquierda, en la


que él ya está preparando el mutis.) ¡Voy a cerrar la puerta, y dentro la


cogeré! ¡No quiero que se me escape! ¡Con su permiso, señor!


(BUBY se ha ido, dejando la puerta cerrada. El señor se acerca más a


PAULA. Hay una pequeña pausa, violenta, en la que el señor no sabe cómo


iniciar la conversación. De pronto.)


EL ODIOSO SEÑOR. ¿De qué color tiene usted las ligas, señorita?


PAULA. Azules.


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Azul claro o azul oscuro?


PAULA. Azul oscuro.


EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando un par de ligas de un bolsillo.) ¿Me permite


usted que le regale un par de azul claro? El elástico es del mejor.


(Las estira y se las da.)


PAULA. (Tomándolas.) Muchas gracias. ¿Para qué se ha molestado?


EL ODIOSO SEÑOR. No vale la pena. En casa tengo más...


PAULA. ¿Usted vive en esta población?


EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Pero todos los años me voy a Niza.


PAULA. ¿Y se lleva usted el trigo o lo deja aquí?


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Oh, no! El trigo lo dejo en el campo... Yo pago a unos


hombres para que me lo guarden y me voy tranquilo a Niza... ¡En coche-cama,


desde luego!


PAULA. ¿No tiene usted automóvil?


EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Tengo tres... Pero a mí no me gustan los automóviles,


porque me molesta eso de que vayan siempre las ruedas dando vueltas... Es


monótono... (De pronto.) ¿Qué número usa usted de medias?


PAULA. El seis.


EL ODIOSO SEÑOR. (Saca de un bolsillo un par de medias, sin liar ni nada, y


se las regala.) ¡Seda pura! ¡Tire usted!


PAULA. No. No hace falta.


EL ODIOSO SEÑOR. Para que usted vea.


(Las coge y las estira. Tanto, que las medias se parten por la mitad.)


PAULA. ¡Oh, se han roto!


EL ODIOSO SEÑOR. No importa. Aquí llevo otro par.


(Tira las rotas al suelo. Saca otro par de un bolsillo y se las regala.)


PAULA. Muchas gracias.


EL ODIOSO SEÑOR. No vale la pena...


PAULA. ¿Entonces, todos los años se va usted a Niza?


EL ODIOSO SEÑOR. Todos los años, señorita... Allí tengo una finca, y lo paso


muy bien viendo ordeñar a las vacas. Tengo cien. ¿A usted le gustan las


vacas?


PAULA. Me gustan más los elefantes.


EL ODIOSO SEÑOR. Yo, en la India, tengo cuatrocientos... Por cierto que


ahora les he puesto trompa y todo. Me he gastado un dineral... (De pronto.)


Perdón, señorita; se me olvidaba ofrecerle un ramo de flores.


(Saca del bolsillo interior de la americana un ramo de flores y se lo


regala.)


PAULA. (Aceptándolo.) Encantada.


EL ODIOSO SEÑOR. No vale la pena... Son de trapo.. Ahora, que el trapo es


del mejor...


(Y se acerca a PAULA.)


PAULA. ¿Es usted casado?


EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Claro. Todos los señores somos casados. Los


caballeros se casan siempre... Por cierto que mañana, precisamente, tengo


que asistir a una boda... Se casa la hija de un amigo de mi señora y no tengo


más remedio que ir...


PAULA. ¿Una boda por amor?


EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Creo que los dos están muy enamorados. Yo iré a la


boda, pero en seguida me iré a Niza...


PAULA. ¡Cómo me gustaría a mí también ir a Niza!


EL ODIOSO SEÑOR. Mi finca de allá es hermosa. Tengo una gran piscina, en la


que me doy cinco o seis baños diarios... ¿Usted también se baña con


frecuencia, señorita?


PAULA. (Muy ingenua.) Sí. Pero claro está que no tanto como su tía de


usted...


EL ODIOSO SEÑOR. (Algo desconcertado.) ¡Claro! (Y saca del bolsillo una


bolsa de bombones.) ¿Unos bombones, señorita? Para usted la bolsa...


PAULA. (Aceptándolos.) Muchas gracias.


EL ODIOSO SEÑOR. Por Dios... ¿Y qué echa usted en el agua del baño?


PAULA. «Papillons de Printemps». ¡Es un perfume lindo!


EL ODIOSO SEÑOR. Yo echo focas. Estoy tan acostumbrado a bañarme en


Noruega, que no puedo habituarme a estar en el agua sin tener un par de


focas junto a mí. (Fijándose en PAULA, que no come bombones.) Pero ¿no toma


usted bombones? (Saca un bocadillo del bolsillo.) ¿Quiere usted este bocadillo


de jamón?


PAULA. No tengo apetito.


EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando otro bocadillo de otro bolsillo.) ¿Es que lo


prefiere de caviar?


PAULA. No. De verdad. No quiero nada.


EL ODIOSO SEÑOR. (Volviendo a guardárselos.) Es una lástima. En fin,


señorita... Acercándose más a ella.) ¿Me permite que le dé un beso? Después


de esta conversación tan agradable, se ve que hemos nacido el uno para el


otro...


PAULA. (Desviándose.) No.


EL ODIOSO SEÑOR. (Extrañado.) ¿Aún no? (Y entonces de otro bolsillo, saca


una carraca.) Con su permiso, me voy a tomar la libertad de regalarle esto. No


vale nada, pero es entretenido...


PAULA. (Cogiendo la carraca y dejándola sobre el sofá.) Muchas gracias.


EL ODIOSO SEÑOR. Y ahora, ¿la puedo dar un beso?


PAULA. No.


EL ODIOSO SEÑOR. Pues lo siento mucho, pero no tengo más regalos en los


bolsillos... Ahora que, si quiere usted, puedo ir a mi casa por más...


PAULA. (Fingiendo mucha melancolía.) No. No se moleste.


EL ODIOSO SEÑOR. Parece que está usted triste... ¿Qué le pasa a usted?


PAULA. Sí. Estoy triste. Estoy horriblemente triste...


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Acaso he cometido alguna incorrección, señorita?


PAULA. No. Estoy muy triste porque me pasa una cosa tremenda... ¡Soy


muy desgraciada!


EL ODIOSO SEÑOR. Todo tiene arreglo en la vida, nenita...


PAULA. No. Esto no tiene arreglo. ¡No puede tener arreglo!


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Es que se le han roto a usted algunos zapatos?


PAULA. Me ha pasado otra cosa más terrible. ¡Soy muy desgraciada!


EL ODIOSO SEÑOR. Vamos, señorita. Cuénteme lo que le sucede...


PAULA. Figúrese usted que nosotros hemos llegado aquí esta tarde, de


viaje... Y yo llevaba una cartera y dentro llevaba unos cuantos ahorros... Unos


cuantos billetes... Y ha debido ser en el tren... Sin duda, mientras dormía... El


caso es que, al despertar, no encontré la cartera por ninguna parte... Figúrese


usted mi disgusto... Ese dinero me hacía falta para comprarme un abrigo... Y


ahora todo lo he perdido. ¡Soy muy desgraciada!


EL ODIOSO SEÑOR. (Ya en guardia.) Vaya, vaya... ¿Y dice usted que la perdió


en el tren?


PAULA. Sí. En el tren.


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Y miró usted bien por el departamento?


PAULA. Sí. Y por los pasillos.


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Miró también en la locomotora?


PAULA. Sí. También miré en la locomotora... (Pausa.)


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Y cuánto dinero llevaba usted en la cartera?


PAULA. Cuatro billetes.


EL ODIOSO SEÑOR. ¿Pequeños?


PAULA. Medianos.


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Vaya! ¡Vaya! ¡Cuatro billetes!


PAULA. ¡Estoy muy disgustada, caballero...!


EL ODIOSO SEÑOR. (Ya dispuesto a todo.) ¿Y dice usted que son cuatro


billetes?


PAULA. Sí. Cuatro billetes.


EL ODIOSO SEÑOR. (Sonriendo pícaro.) Uno va todos los años a Niza y


conoce estas cosas, señorita... ¡Claro que si usted fuese cariñosa!... Aunque


hay que tener en cuenta que ya le he hecho varios regalos...


PAULA. No entiendo lo que quiere usted decir... Habla usted de una


forma...


EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando un billete de la cartera, y muy tunante.) ¿Para


quién va a ser este billetito?


PAULA. No se moleste, caballero... Es posible que aún la encuentre...


EL ODIOSO SEÑOR. (Colocándole el billete en la mano.) Tómelo. Si la


encuentra ya me lo devolverá... Y ahora.... ¿Me permite usted que le dé un


beso?


PAULA. (Apartándose aún.) ¡Tengo un disgusto tan grande! Porque figúrese


que no es un billete solamente... Son cuatro...


EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando nuevamente la cartera y de ella otros tres


billetes.) Vaya, vaya... (Muy mimoso.) ¿Para quién van a ser estos billetitos?


PAULA. (Tomándolos, y ya cariñosa.) ¡Qué simpático es usted! (Y él le da


un beso. Después se levanta y echa los pestillos de las puertas. PAULA se pone


en guardia.) ¿Qué ha hecho usted?


EL ODIOSO SEÑOR. He cerrado las puertas...


PAULA. (Levantándose.) ¿Para qué?


EL ODIOSO SEÑOR. Para que no puedan entrar ni los pájaros ni las


mariposas... (Va hacia ella y la abraza. Ya ha perdido toda su falsa educación.


Ya quiere cobrarse su dinero lo antes posible.) ¡Eres muy bonita!


PAULA. (Enfadada.) ¡Abra usted las puertas!


EL ODIOSO SEÑOR. Luego abriremos las puertas, ¿verdad? ¡Siempre hay


tiempo para abrir las puertas!...


PAULA. (Ya indignada e intentando zafarse de los brazos de EL ODIOSO


SEÑOR.) ¡Déjeme usted! ¡Usted no tiene derecho a esto! ¡Abra usted las


puertas!


EL ODIOSO SEÑOR. Yo no gasto mi dinero en balde, nenita...


PAULA. (Furiosa.) ¡Yo no le he pedido a usted ese dinero! ¡Usted me lo ha


dado! ¡Déjeme usted! ¡Fuera de aquí! ¡Largo! ¡Voy a gritar!


EL ODIOSO SEÑOR. Le he dado a usted cuatro billetes... Usted tiene que ser


buena conmigo... Eres demasiado bonita para que te deje...


PAULA. ¡Yo no se los he pedido! ¡Déjeme ya! (Gritando.) ¡Buby! ¡Buby!


(El señor, brutote, brutote, insiste en abrazarla. Pero BUBY ha abierto la


puerta de la izquierda y contempla la escena, frío, frío. El señor le ve y,


sudoroso, descompuesto, fuera de sí, se dirige amenazador a PAULA.)


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Devuélvame ese dinero! ¡Pronto! ¡Devuélvame ese


dinero! ¡Canallas!


PAULA. (Tirándole el dinero, que el señor recoge.) ¡Ahí va su dinero!


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Devuélvame las medias!


PAULA. (Tirándole las medias.) ¡Ahí van sus medias!


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Devuélvame las flores!


PAULA. (Tirándoselas.) ¡Ahí van las flores!


EL ODIOSO SEÑOR. ¡Canallas! ¿Qué os habíais creído? (Va acercándose a la


puerta del foro y la abre.) ¿Pensabais engañarme entre los dos? ¡A mí! ¡A mí!


¡Canallas!


(Y hace mutis.)


                                                   TEXTO 4


1- ¿Por qué Paula está en contra del matrimonio: qué valores representa para ella el matrimonio?

Para Paula el matrimonio solo consigue hacer desgraciadas a las dos personas, atándolas sin poder separarlas de por vida. Paula lo que desea es ser libre y vivir sin esas ataduras por lo que prefiere no casarse, que es lo que la privaría de esa libertad.
2- ¿Cuáles son las verdaderas aspiraciones de Paula en la vida? ¿A diferencia de Buby, es ella una auténtica bohemia? ¿Por qué?

 Las aspiraciones que tiene Paula en esta vida son ser libre y pasarlo bien siendo feliz sin que la sociedad se lo prohiba o se lo recrimine. Al contrario que Buby Paula es una auténtica bohemia ya que ella solo piensa en ser feliz y no sacrifica sus ideales y deseos por cualquier cosa como el dinero(ya que en la escena anterior se niega a besar al Odioso Señor solo para conseguir dinero).




Pausa. DIONISIO, al oír la palabra «mañana», pierde de pronto su alegría y


su entusiasmo por los juegos junto al mar.)


DIONISIO. ¿Mañana...?


PAULA. ¡Mañana!


DIONISIO. No.


PAULA. ¿Por qué?


DIONISIO. Porque no puedo.


PAULA. ¿Tienes que ensayar?


DIONISIO. No.


PAULA. Entonces, entonces, ¿qué tienes que hacer?


DIONISIO. Tengo... que hacer.


PAULA. ¡Lo dejas para otro día! ¡Hay muchos días! ¡Qué más da! ¿Es muy


importante lo que tienes que hacer...?


DIONISIO. Sí.


PAULA. ¿Negocio?


DIONISIO. Negocio.


(Pausa.)


PAULA. (De pronto.) Novia no tendrás tú, ¿verdad...?


DIONISIO. No; novia, no.


PAULA. ¡No debes tener novia! ¿Para qué quieres tener novia? Es mejor que


tengas sólo una amiga buena, como yo... Se pasa mejor... Yo no quiero tener


novio... porque yo no me quiero casar. ¡Casarse es ridículo! ¡Tan tiesos! ¡Tan


pálidos! ¡Tan bobos! Qué risa, ¿verdad...? ¿Tú piensas casarte alguna vez?


DIONISIO. Regular.


PAULA. No te cases nunca... Estás mejor así... Así estás más guapo... Si tú


te casas, serás desgraciado... Y engordarás bajo la pantalla del comedor... Y,


además, ya nosotros no podremos ser amigos más... ¡Mañana iremos a la


playa a comer cangrejos! Y pasado mañana tú te levantarás temprano y yo


también... Nos citaremos abajo y nos iremos en seguida al puerto y


alquilaremos una barca... ¡Una barca sin barquero! Y nos llevamos el bañador


y nos bañamos lejos de la playa, donde no se haga pie... ¿Tú sabes nadar...?


DIONISIO. Sí. Nado muy bien...


PAULA. Más nado yo. Yo resisto mucho. Ya lo verás...


DIONISIO. Yo sé hacer el muerto y bucear...


PAULA. Yo hago la carpa... y, desde el trampolín, sé hacer el ángel...


DIONISIO. Y yo cojo del fondo diez céntimos con la boca...


PAULA. ¡Oh! ¡Qué bien! ¡Qué gran día mañana! ¡Y pasado! ¡Ya verás,


Dionisio, ya verás! ¡Nos tostaremos al sol!


                                                   TEXTO 5





1- ¿A qué grupo social representa don Sacramento?

Como podemos ver en esta escena Don Sacramento será una buena representación de la verdadera burguesía, con todas sus tradiciones e incluso muy inocente. Despreciará un poco a los bohemios ya que llevan una vida mucho más libre que él.
 
2- Haz un listado de todas las cosas que, según don Sacramento, se pueden y no se pueden hacer para no ser un bohemio


Según Don Sacramento los bohemios pueden: salir a pasear por la noche bajo la lluvia, ser desordenados en el vivir, tomar para desayunas café con leche y pan con manteca, tal vez incluso puedan tener cadáveres en sus habitaciones.
Pero según Don Sacramento para ser una persona decente y burguesa debe: llevar patatas en los bolsillos, adornar la casa con cuadros( especialmente de su abuelo) retratos de niños de primera comunión y con cromos, deben levantarse a las seis y cuarto para desayunar un huevo frito con pan, algunos días tener juerga tras la cena, oir tocar a su mujer el piano los domingos y entablar conversación con amigos de ella.

3- ¿Qué critica Mihura a través de las absurdas imposiciones de don Sacramento?

Miguel Mihura con el personaje de Don Sacramento está intentando criticar las distintas creencias de los burgueses. Todas esas tradiciones son llevadas a cabo por todos ellos, haciéndolas al fin y al cabo una rutina monótona que se repite constantemente. Nadie hace nada por cambiar esta situación como ya hemos visto en otros textos. Otro aspecto de la burguesía que Mihura criticaría en el texto puede ser la falta de libertades que conyeva la vida burguesa, pues aunque Dionisio quiera hacer una cosa tan simple como desayunar huevos cocinados de otra manera tal vez no lo consiga pues según el padre de la muchacha se desayuna siempre lo mismo.

La misma decoración. Continúa la acción del segundo acto, un minuto


después en que éste quedó interrumpido.


(DIONISIO acaba de ocultar el cuerpo de PAULA tras de la cama y el biombo,


mientras sigue llamando DON SACRAMENTO. DIONISIO, una vez asegurado que


PAULA está bien oculta, va a abrir.)


DON SACRAMENTO. (Dentro.) ¡Dionisio! ¡Dionisio! ¡Abra! ¡Soy yo! ¡Soy don


Sacramento! ¡Soy don Sacramento! ¡Soy don Sacramento!...


DIONISIO. Sí... Ya voy... (Abre. Entra DON SACRAMENTO, con levita, sombrero


de copa y un paraguas.) ¡Don Sacramento!


DON SACRAMENTO. ¡Caballero! ¡Mi niña está triste! Mi niña, cien veces llamó


por teléfono, sin que usted contestase a sus llamadas. La niña está triste y la


niña llora. La niña pensó que usted se había muerto. La niña está pálida... ¿Por


qué martiriza usted a mi pobre niña?...


DIONISIO. Yo salí a la calle, don Sacramento... Me dolía la cabeza... No


podía dormir... Salí a pasear bajo la lluvia. Y en la misma calle, di dos o tres


vueltas... Por eso yo no oí que ella me llamaba... ¡Pobre Margarita!... ¡Cómo


habrá sufrido!


DON SACRAMENTO. La niña está triste. La niña está triste y la niña llora. La


niña está pálida. ¿Por qué martiriza usted a mi pobre niña?...


DIONISIO. Don Sacramento... Ya se lo he dicho... Yo salí a la calle... No


podía dormir.


DON SACRAMENTO. La niña se desmayó en el sofá malva de la sala rosa...


¡Ella creyó que usted se había muerto! ¿Por qué salió usted a la calle a pasear


bajo la lluvia?...


DIONISIO. Me dolía la cabeza, don Sacramento...


DON SACRAMENTO. ¡Las personas decentes no salen por la noche a pasear


bajo la lluvia...! ¡Usted es un bohemio, caballero!


DIONISIO. No, señor.


DON SACRAMENTO. ¡Sí! ¡Usted es un bohemio, caballero! ¡Sólo los bohemios


salen a pasear de noche por las calles!


DIONISIO. ¡Pero es que me dolía mucho la cabeza!


DON SACRAMENTO. Usted debió ponerse dos ruedas de patata en las sienes...


DIONISIO. Yo no tenía patatas...


DON SACRAMENTO. Las personas decentes deben llevar siempre patatas en


los bolsillos, caballero... Y también deben llevar tafetán para las heridas...


Juraría que usted no lleva tafetán...


DIONISIO. No, señor.


DON SACRAMENTO. ¿Lo está usted viendo? ¡Usted es un bohemio,


caballero!... Cuando usted se case con la niña, usted no podrá ser tan


desordenado en el vivir. ¿Por qué está así este cuarto? ¿Por qué hay lana de


colchón en el suelo? ¿Por qué hay papeles? ¿Por qué hay latas de sardinas


vacías? (Cogiendo la carraca que estaba en el sofá.) ¿Qué hace aquí esta


carraca?


(Y se queda con ella, distraído, en la mano. Y, de cuando en cuando, la


hará sonar mientras habla.)


DIONISIO. Los cuartos de los hoteles modestos son así... Y éste es un


hotel modesto... ¡Usted lo comprenderá, don Sacramento!...


DON SACRAMENTO. Yo no comprendo nada. Yo no he estado nunca en ningún


hotel. En los hoteles sólo están los grandes estafadores europeos y las


vampiresas internacionales. Las personas decentes están en sus casas y


reciben a sus visitas en el gabinete azul, en donde hay muebles dorados y


antiguos retratos de familia... ¿Por qué no ha puesto usted en este cuarto los


retratos de su familia, caballero?


DIONISIO. Yo sólo pienso estar aquí esta noche...


DON SACRAMENTO. ¡No importa, caballero! Usted debió poner cuadros en las


paredes. Sólo los asesinos o los monederos falsos son los que no tienen


cuadros en las paredes... Usted debió poner el retrato de su abuelo con el


uniforme de maestrante...


DIONISIO. Él no era maestrante... El era tenedor de libros...


DON SACRAMENTO. ¡Pues con el uniforme de tenedor de libros! ¡Las personas


honradas se tienen que retratar de uniforme, sean tenedores de libros o sean


lo que sean! ¡Usted debió poner también el retrato de un niño en traje de


primera comunión!


DIONISIO. Pero ¿qué niño iba a poner?


DON SACRAMENTO. ¡Eso no importa! ¡Da lo mismo! Un niño. ¡Un niño


cualquiera! ¡Hay muchos niños! ¡El mundo está lleno de niños de primera


comunión!... Y también debió usted poner cromos... ¿Por qué no ha puesto


usted cromos? ¡Los cromos son preciosos! ¡En todas las casas hay cromos!


«Romeo y Julieta hablando por el balcón de su jardín», «Jesús orando en el


Huerto de los Olivos», «Napoleón Bonaparte, en su destierro de la isla de


Santa Elena»... (En otro tono, con admiración.) Qué gran hombre Napoleón,


¿verdad?


DIONISIO. Sí. Era muy belicoso... ¿Era ese que llevaba siempre así la


mano?


(Se mete la mano en el pecho.)


DON SACRAMENTO. (Imitando la postura.) Efectivamente, llevaba siempre así


la mano...


DIONISIO. Debía de ser muy difícil!, ¿verdad?


DON SACRAMENTO. (Con los ojos en blanco.) ¡Sólo un hombre como él podía


llevar siempre así la mano!...


DIONISIO. (Poniéndose la otra mano en la espalda.) Y la otra la llevaba


así...


DON SACRAMENTO. (Haciendo lo mismo.) Efectivamente, así la llevaba.


DIONISIO. ¡Qué hombre!


DON SACRAMENTO. ¡Napoleón Bonaparte!... (Pausa admirativa, haciendo los


dos de Napoleón. Después, DON SACRAMENTO sigue hablando en el mismo tono


anterior.) Usted tendrá que ser ordenado... ¡Usted vivirá en mi casa, y mi casa


es una casa honrada! ¡Usted no podrá salir por las noches a pasear bajo la


lluvia! Usted, además, tendrá que levantarse a las seis y cuarto para


desayunar a las seis y media un huevo frito con pan...


DIONISIO. A mí no me gustan los huevos fritos...


DON SACRAMENTO. ¡A las personas honorables les tienen que gustar los


huevos fritos, señor mío! Toda mi familia ha tomado siempre huevos fritos


para desayunar... Sólo los bohemios toman café con leche y pan con manteca.


DIONISIO. Pero es que a mí me gustan más pasados por agua... ¿No me los


podían ustedes hacer a mí pasados por agua...?


DON SACRAMENTO. No sé. No sé. Eso lo tendremos que consultar con mi


señora. Si ella lo permite, yo no pondré inconveniente alguno. ¡Pero le advierto


a usted que mi señora no tolera caprichos con la comida!...


DIONISIO. (Ya casi llorando.) ¡Pero yo qué le voy a hacer si me gustan más


pasados por agua, hombre!


DON SACRAMENTO. Nada de cines, ¿eh?... Nada de teatros. Nada de


bohemia... A las siete, la cena... Y después de la cena, los jueves y los


domingos, haremos una pequeña juerga. (Picaresco.) Porque también el


espíritu necesita expansionarse, ¡qué diablo! (En este momento se le


descompone la carraca, que estaba tocando. Y se queda muy preocupado.) ¡Se


ha descompuesto!...


DIONISIO. (Como en el acto anterior Paula, él la coge y se la arregla.) Es


así.


(Y se la vuelve a dar a DON SACRAMENTO que, muy contento, la toca de


cuando en cuando.)


DON SACRAMENTO. La niña los domingos, tocará el piano, Dionisio... Tocará


el piano, y quizá, quizá, si estamos en vena, quizá recibamos alguna visita...


Personas honradas, desde luego... Por ejemplo, haré que vaya el señor


Smith... Usted se hará en seguida amigo suyo y pasará charlando con él muy


buenos ratos... El señor Smith es una persona muy conocida... Su retrato ha


aparecido en todos los periódicos del mundo... ¡Es el centenario más famoso


de la población! Acaba de cumplir ciento veinte años y aún conserva cinco


dientes... ¡Usted se pasará hablando con él toda la noche!... Y también irá su


señora...


DIONISIO. ¿Y cuántos dientes tiene su señora?


DON SACRAMENTO. ¡Oh, ella no tiene ninguno! Los perdió todos cuando se


cayó por aquella escalera y quedó paralítica para toda su vida, sin poderse


levantar de su sillón de ruedas... ¡Usted pasará grandes ratos charlando con


este matrimonio encantador!


DIONISIO. Pero ¿y si se me mueren cuando estoy hablando con ellos? ¿Qué


hago yo, Dios mío?


DON SACRAMENTO. ¡Los centenarios no se mueren nunca! ¡Entonces no


tendrían ningún mérito, caballero!... (Pausa. DON SACRAMENTO hace un gesto, de


olfatear.) Pero... ¿a qué huele en este cuarto?... Desde que estoy aquí noto yo


un olor extraño... Es un raro olor... ¡Y no es nada agradable este olor!...


DIONISIO. Se habrán dejado abierta la puerta de la cocina...


DON SACRAMENTO. (Siempre olfateando.) No. No es eso... Es como si un


cuerpo humano se estuviese descomponiendo...


DIONISIO. (Aterrado. Aparte.) ¡Dios mío! ¡Ella se ha muerto!...


DON SACRAMENTO. ¿Qué olor es éste, caballero? ¡En este cuarto hay un


cadáver! ¿Por qué tiene usted cadáveres en su cuarto? ¿Es que los bohemios


tienen cadáveres en su habitación?...


DIONISIO. En los hoteles modestos siempre hay cadáveres...


DON SACRAMENTO. (Buscando.) ¡Es por aquí! Por aquí debajo. (Levanta la


colcha de la cama y descubre los conejos que tiró EL CAZADOR. Los coge.) ¡Oh,


aquí está! ¡Dos conejos muertos! ¡Es esto lo que olía de este modo!... ¿Por qué


tiene usted dos conejos debajo de su cama? En mi casa no podrá usted tener


conejos en su habitación... Tampoco podrá usted tener gallinas... ¡Todo lo


estropean!...


DIONISIO. Estos no son conejos. Son ratones...


DON SACRAMENTO. ¿Son ratones?


DIONISIO. Sí, señor. Son ratones. Aquí hay muchos...


DON SACRAMENTO. Yo nunca he visto unos ratones tan grandes...


DIONISIO. Es que como éste es un hotel pobre, los ratones son así... En los


hoteles más lujosos, los ratones son mucho más pequeños... Pasa igual que


con las barritas de Viena...


DON SACRAMENTO. ¿Y los ha matado usted?


DIONISIO. Sí. Los he matado yo con una escopeta. El dueño le da a cada


huésped una escopeta para que mate los ratones...


DON SACRAMENTO. (Mirando una etiqueta del conejo.) Y estos números que


tienen al cuello, que significan? Aquí pone 3,50...


DIONISIO. No es 3,50. Es 350. Como hay tantos, el dueño los tiene


numerados, para organizar concursos. Y al huésped que, por ejemplo, mate el


número 14, le regala un mantón de Manila o una plancha eléctrica...


DON SACRAMENTO. ¡Qué lástima que no le haya a usted tocado el mantón!


¡Podríamos ir a la verbena!... ¿Y qué piensa usted hacer con estos ratones?...


DIONISIO. No lo he pensado todavía... Si quiere usted se los regalo...


DON SACRAMENTO. ¿A usted no le hacen falta?


DIONISIO. No. Yo ya tengo muchos. Se los envolveré en un papel.


(Coge un papel que hay en cualquier parte y se los envuelve. Después se


los da.)


DON SACRAMENTO. Muchas gracias, Dionisio. Yo se los llevaré a mis


sobrinitos para que jueguen... ¡Ellos recibirán una gran alegría!... Y ahora,


adiós, Dionisio. Voy a consolar a la niña, que aún estará desmayada en el sofá


malva de la sala rosa... (Mira el reloj.) Son las seis cuarenta y tres. Dentro de


un rato, el coche vendrá a buscarle para ir a la iglesia. Esté preparado... ¡Qué


emoción! ¡Dentro de unas horas usted será esposo de mi Margarita!...


DIONISIO. Pero ¿le dirá usted a su señora que a mí me gustan más los


huevos pasados por agua?


DON SACRAMENTO. Sí. Se lo diré. Pero no me entretenga. ¡Oh, Dionisio! Ya


estoy deseando llegar a casa para regalarles esto a mis sobrinitos... ¡Cómo van


a llorar de alegría los pobres pequeños niños!


DIONISIO. ¿Y también les va usted a regalar la carraca?


DON SACRAMENTO. ¡Oh, no! ¡La carraca es para mí!


(Y se va por la puerta del foro. PAULA asoma la cabeza por detrás de la


cama y mira a DIONISIO tristemente. DIONISIO, que ha ido a cerrar la puerta,

al volverse, la ve.)




                                                 TEXTO 6

  1- ¿De qué se ha dado cuenta Dionisio esa noche?

 Dionisio esa misma noche anes de casarse se dio cuenta de que no quería unirse en matrimonio con su novia Margarita. No se dio cuenta de esto pues el pensaba que todo el mundo debía casarse a los veintisiete años, que debía casarse por que, al ser de un pueblo pequeño, tenía que estar toda la vida con aquella chica. Pero el no deseaba hacerlo por que esta vida burguesa le privaría de su libertad, ya que él se sentía muy bohemio y acabaría haciendo cosas que no le gustan como comer huevos fritos o pasados por agua o escuchar a Margarita tocar la misma canción de piano.
 
2- ¿Qué diferencias hay entre Paula y Margarita?


 Paula y Margarita representan dos mundos distintos. Mientras Paula es una persona bohemia y libre, divertida y siempre sonriente, a la que le gusta ir a la playa a jugar y a bañarse Margarita es una persona muy rutinaria, que odia ir a la playa, desayuna siempre lo mismo y canta siempre la misma canción de piano con su horrible voz.
 
3- ¿Qué crees que puede simbolizar el hecho de que finalmente Dionisio renuncie a sus sueños y termine casándose con Margarita?


 La renuncia de su sueño y la boda que tendrá futuramente Dionisio, renunciando completamente a sus sueños puede simbolizar toda la presión que puede sentir una persona por parte de una clase social, en este caso, la burguesía. Dionisio se acaba casando con Margarita pues es lo que todos los burgueses esperan de él, lo que todo el mudo hace y la misma rutina de siempre. A pesar de que no la ama realmente se casará con ella por estas razones.
 
4- ¿Qué crees que puede simbolizar el título de la obra? (recuerda el uso que se hace de los sombreros a lo largo de la obra).


Los tres sombreros de copa podría significar una conexión entre estas dos clases sociales o mundos de los que hemos hablado, ya que los burgueses por una parte siempre usan sombrero de copa pero por otra parte Dionisio utilizará estos tres sombreros para hacer malabares. Como podemos ver los dos mundos, el burgués y el del espectáculo se relacionarían a causa de los sombreros.


          



(Y se va por la puerta del foro. PAULA asoma la cabeza por detrás de la


cama y mira a DIONISIO tristemente. DIONISIO, que ha ido a cerrar la puerta,

al volverse, la ve.)


PAULA. ¡Oh! ¿Por qué me ocultaste esto? ¡Te casas, Dionisio!...


DIONISIO. (Bajando la cabeza.) Sí...


PAULA. No eras ni siquiera un malabarista...


DIONISIO. No.


PAULA. (Se levanta. Va hacia la puerta de la izquierda.) Entonces yo debo


irme a mi habitación...


DIONISIO. (Deteniéndola.) Pero tú estabas herida... ¿Qué te hizo Buby?


PAULA. Fue un golpe nada más... Me dejó K.O. ¡Debí de perder el


conocimiento unos momentos. Es muy bruto Buby... Me puede siempre...


(Después.) ¡Te casas, Dionisio!...


DIONISIO. Sí.


PAULA. (Intentando nuevamente irse.) Yo me voy a mi habitación...


DIONISIO. No.


PAULA. ¿Por qué?


DIONISIO. Porque esta habitación es más bonita. Desde el balcón se ve el


puerto...


PAULA. ¡Te casas, Dionisio!


DIONISIO. Sí. Me caso, pero poco...


PAULA. ¿Por qué no me lo dijiste...?


DIONISIO. No sé. Tenía el presentimiento de que casarse era ridículo...


¡Que no me debía casar...! Ahora veo que no estaba equivocado... Pero yo me


casaba, porque yo me he pasado la vida metido en un pueblo pequeñito y


triste y pensaba que para estar alegre había que casarse con la primera


muchacha que, al mirarnos, le palpitase el pecho de ternura... Yo adoraba a mi


novia... Pero ahora veo que en mi novia no está la alegría que yo buscaba... A


mi novia tampoco le gusta ir a comer cangrejos frente al mar, ni ella se


divierte haciendo volcanes en la arena... Y ella no sabe nadar... Ella, en el


agua, da gritos ridículos... Hace así: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!» Y ella sólo ama cantar


junto al piano El pescador de perlas. Y El pescador de perlas es horroroso,


Paula. Ella tiene voz de querubín, y hace así: (Canta.) Tralaralá... piri, piri, piri,


piri... Y yo no había caído en que las voces de querubín están llenas de


vanidad y que, en cambio, hay discos de gramófono que se titulan «Ámame en


diciembre lo mismo que me amas en mayo», y que nos llenan el espíritu de


sencillez y de ganas de dar saltos mortales... Yo no sabía tampoco que había


mujeres como tú, que al hablarnos no les palpita el corazón, pero les palpitan


los labios en un constante sonreír... Yo no sabía nada de nada. Yo sólo sabía


pasear silbando junto al quiosco de la música... Yo me casaba porque todos se


casan siempre a los veintisiete años... Pero ya no me caso, Paula... ¡Yo no


puedo tomar huevos fritos a las seis y media de la mañana...!


PAULA. (Ya sentada en el sofá.) Ya te ha dicho ese señor del bigote que los


harán pasados por agua...


DIONISIO. ¡Es que a mí no me gustan tampoco pasados por agua! ¡A mí


sólo me gusta el café con leche, con pan y manteca! ¡Yo soy un terrible


bohemio! Y lo más gracioso es que yo no lo he sabido hasta esta noche que


viniste tú... y que vino el negro..., y que vino la mujer barbuda... Pero yo no


me caso, Paula. Yo me marcharé contigo y aprenderé a hacer juegos


malabares con tres sombreros de copa...
  
 Teatro existencial 
  
                        
        - Lee estos textos y contesta las siguientes preguntas:

                                               TEXTO 1
 

 1- ¿Qué diferentes opiniones tienen Urbano y Fernando respecto a la forma de intentar avanzar en la vida?
 
 Fernando, al ser una persona sin mucha vida social piensa que se debe avanzar de una forma solitaria e individual, pues al estar con muchas cosas se es más dificil avanzar. Sin embargo Urbano, ya que es obrero y trabaja con varias personas y se socializa piensa que se debe ascender apoyándote en otra gente y todos en conjunto.
 
2- Explica detenidamente cómo es Fernando si tenemos en cuenta los reproches que le hace Urbano
 
En este fragmento podemos observar que Fernando es un chico soñador con muchas aspiraciones como convertirse en ingeniero tras haber estudiado una carrera. Por otro lado es un tanto perezoso y vago ya que de vez en cuando no acude a su trabajo en la papelería y en vez de trabajar escribe versos.
 
3- ¿Qué crees que puede simbolizar desde el punto de vista existencial la escalera de vecinos? ¿Qué es lo que teme Fernando? ¿Crees que va a ser capaz de salir de ese tipo de vida?
 
Podemos pensar tras leer esta parte del libro que la escalera simboliza la sociedad en la que se encontraban en ese momento. Algunos tenían grandes aspiraciones y sueños de cambio, como Fernando pero nunca llegarán a cambiar de verdad pues están estancados en la misma sociedad con las mismas rutinas. Fernando temerá no conseguir lo que se propone y en el siguiente texto podemos ver que no lo ha conseguido,diez años después.
 
 
Fernando: Hola, Urbano. Nada.
Urbano: Tienes cara de enfado.
Fernando: No es nada.
Urbano: Baja al «casinillo». (Señalando el hueco de la ventana) Te invito a un cigarro. (Paus ¡Baja, hombre! (Fernando empieza a bajar sin prisa) Algo te pasa. (Sacando la petaca) ¿No se puede saber?
Fernando: (Que ha llegado) Nada, lo de siempre... (Se recuestan en la pared del «casinillo».Mientras hacen los pitillos) ¡Que estoy harto de todo esto!
Urbano: (Riendo) Eso es ya muy viejo. Creí que te ocurría algo.
Fernando: Puedes reírte. Pero te aseguro que no sé cómo aguanto. (Breve
pausa) En fin, ¡para qué hablar! ¿Qué hay por tu fábrica?
Urbano: ¡Muchas cosas! Desde la última huelga de metalúrgicos la gente se
sindica a toda prisa. A ver cuándo nos imitáis los dependientes.
Fernando: No me interesan esas cosas.
Urbano: Porque eres tonto. No sé de qué te sirve tanta lectura.
Fernando: ¿Me quieres decir lo que sacáis en limpio de esos líos?
Urbano: Fernando, eres un desgraciado. Y lo peor es que no lo sabes. Los pobres diablos como nosotros nunca lograremos mejorar de vida sin la ayuda mutua. Y eso es el sindicato. ¡Solidaridad! Esa es nuestra palabra. Y sería la tuya si te dieses cuenta de que no eres más que un triste hortera. ¡Pero como te crees un marqués!
Fernando: No me creo nada. Sólo quiero subir. ¿Comprendes? ¡Subir Y dejar toda esta sordidez en que vivimos.
Urbano: Y a los demás que los parta un rayo.
Fernando: ¿Qué tengo yo que ver con los demás? Nadie hace nada por nadie. Y vosotros osmetéis en el sindicato porque no tenéis arranque para subir solos. Pero ese no es camino para mí. Yo sé que puedo subir y subiré solo.
Urbano: ¿Se puede uno reír?
Fernando: Haz lo que te de la gana.
Urbano: (Sonriendo) Escucha, papanatas. Para subir solo, como dices,
tendrías que trabajar todos los días diez horas en la papelería; no podrías faltar nunca, como has hecho hoy..
Fernando: ¿Cómo lo sabes?
Urbano: ¡Porque lo dice tu cara, simple! Y déjame continuar. No podrías tumbarte a hacerversitos ni a pensar en las musarañas; buscarías trabajos particulares para redondear el presupuesto y te acostarías a las tres de la mañana contento de ahorrar sueño y dinero. Porque tendrías que ahorrar, ahorrar como una urraca; quitándolo de la comida, del vestido, del tabaco... Y cuando llevases un montón de años haciendo eso, y ensayando negocios y buscando caminos, acabarías por verte solicitando cualquier miserable empleo para no morirte de hambre... No tienes tú madera para esa vida.
Fernando: Ya lo veremos. Desde mañana mismo…
Urbano: (Riendo) Siempre es desde mañana. ¿Por qué no lo has hecho desde ayer, o desde hace un mes? (Breve pausa) Porque no puedes. Porque eres un soñador. ¡Y un gandul! (Fernando le mira lívido, conteniéndose, y hace un movimiento para marcharse) ¡Espera, hombre! No te enfades. Todo esto te lo digo como un amigo.(Pausa)
Fernando: (Más calmado y levemente despreciativo) ¿Sabes lo que te digo? Que el tiempo lo dirá todo. Y que te emplazo. (Urbano le mira) Sí, te emplazo para dentro de... diezaños, por ejemplo. Veremos, para entonces, quién ha llegado más lejos; si tú con tu sindicato o yo con mis proyectos.
Fernando: Yo, no. (Pausa) Aunque quizá no sean muchos diez años...
Urbano: (Riendo) ¡Vamos! Parece que no estás muy seguro.
Fernando: No es eso, Urbano. ¡Es que le tengo miedo al tiempo! Es lo que más me hace sufrir. Ver cómo pasan los días, y los años..., sin que nada cambie. Ayer mismo éramos tú y yo dos críos que veníamos a fumar aquí, a escondidas, los primeros pitillos... ¡Y hace ya diez años! Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera, rodeados siempre de los padres, 
que no nos entienden: de vecinos que murmuran de de nosotros y de quienes murmuramos. Buscando mil recursos y soportando humillaciones para poder pagar la casa, la luz... y las patatas. (Pausa) Y mañana no conduce a
ningún sitio; haciendo trampas en el contador, aborreciendo el trabajo.., perdiendo día tras día... (Pausa) Por eso es preciso cortar por lo sano.
Urbano: ¿Y qué vas a hacer?
Fernando: No lo sé. Pero ya haré algo.
Urbano: ¿Y quieres hacerlo solo?
Fernando: Solo.
Urbano: ¿Completamente?
Fernando: Claro.
Urbano: Pues te voy a dar un consejo. Aunque no lo
creas, siempre necesitamos de los demás. No podrás luchar solo sin cansarte.
Fernando: ¿Me vas a volver a hablar del sindicato?
Urbano: No. Quiero decirte que, si verdaderamente vas a luchar, para evitar el
desaliento necesitarás... (Se detiene).
Fernando: ¿Qué?
Urbano: Una mujer.
Fernando: Ese no es problema. Ya sabes que...
Urbano: Ya sé que eres un buen mozo con muchos éxitos. Y eso te perjudica; eres demasiado buen mozo. Lo que te hace falta es dejar
todos esos noviazgos y enamorate de verdad. (Pausa) Hace tiempo que no hablamos de estas cosas... Antes, si a ti o a mí nos gustaba Fulanita, nos lo decíamos en seguida. (Pausa) ¿No hay nada serio ahora?
Fernando: (Reservado) Pudiera ser.
Urbano: No se tratará de mi hermana, ¿verdad?
Fernando: ¿De tu hermana? ¿De cuál?
Urbano: De Trini.
Fernando: No, no.
Urbano: Pues de Rosita, ni hablar.
Fernando: Ni hablar.
Urbano: Porque la hija de la señora Generosa no creo que te haya llamado la atención...
(Pausa. Le mira de reojo, con ansiedad) ¿O es ella? ¿Es Carmina?
Fernando: No.
Urbano: (Ríe y le palmotea la espalda) ¡Está bien, hombre! ¡No busco más! Ya me lo dirás cuando quieras. ¿Otro cigarrillo?
Fernando: No. (Pausa breve) Alguien sube.


                                                TEXTO 2

 
 1- ¿Cómo es la relación entre Fernando y Elvira: cómo son los sentimientos de uno hacia el otro?
 
Podemos ver que Elvira está enamorada de él pero Fernando no la corresponde, es decir, el sentimiento no es recíproco pues el chico piensa que es una consentida, debido al dinero de su padre. Incluso se ve que le tiene un poco de desprecio en el momento en el que ella le pide que le acompañe a comprar un libro.
 
2- ¿Qué situación personal le humilla a Fernando?
 
 La situación personal que humilla a Fernando es la falta de dinero que tienen él y su madre en casa. Elvira se lo reprocha diciendo que ha tenido que pagar su recibo de la luz y Fernando la desprecia pues esa situación le humillaba y la chica le echaba en cara que era más rica que él.
 
3- En cambio, ¿cómo son los sentimientos de Fernando hacia Carmina?
 
 Fernando, en cambio, estaá enamorado de Carmina y desea estar con ella el resto de su vida, aunque esta situación es un poco más complicada ya que tendrían que irse a vivir a otra casa y Fernando necesitaría otro trabajo y estudios. Además los padres de Carmina están en contra de que su hija salga con Fernando y casi siempre la reprochan
 
4- ¿Qué se propone hacer en su vida Fernando?
 
 Primero pretendía estudiar la carrera de deliniante, tras eso se haría aparejador y con el dinero que ganara de este trabajo se mudaría de casa y se casaría con Carmina. Después de esto se haría ingeniero y trabajaría en muchos otros proyectos teniendo una vida feliz junto a la chica. Aunque como ya podemos saber está relación no será establey sus aspiraciones no se harán realidad.
 
5- ¿Qué simbolismo crees que tiene el hecho de que tire la lechera? (recuerda cómo era  el cuento de la lechera)
 
Este hecho, como en el libro de la lechera puede significar el final de todos estos sueños. La lechera iba pensando en todo lo que conseguiría al vender su leche pero esta se derrama minutos después, desvaneciendose todas las posibilidades de lograr lo que se proponía. Igual que en el cuento tradicional, los enamorados derraman la leche, lo que puede significar que estas ilusiones que ellos tienen no se cumplirán.

Elvira: Fernando.
Fernando: ¡Hola!
Elvira: ¿Podrías acompañarme hoy a comprar un libro? Tengo que hacer un
regalo y he pensado que tú me ayudarías muy bien a escoger.
Elvira: Procúralo, por favor. Sin ti no sabré hacerlo. Y tengo que darlo mañana.
Fernando: A pesar de eso no puedo prometerte
nada. (Ella hace un gesto de contrariedad ). Mejor dicho: casi seguro que no podrás contar conmigo. (Sigue mirando por el hueco).
Elvira: (Molesta y sonriente) ¡Qué caro te cotizas! (Pausa) Mírame un poco, por lo menos. No creo que cueste mucho trabajo mirarme... (Pausa) ¿Eh?
Fernando: (Levantando la vista): ¿Qué?
Elvira: Pero ¿no me escuchabas? ¿O es que no quieres enterarte de lo que te digo?
Fernando: (Volviéndole la espalda) Déjame en paz.
Elvira: (Resentida) ¡Ah! ¡Qué poco te cuesta 
humillar a los demás!¡Es muy fácil...y muy cruel humillar a los demás! Te aprovechas de que te estiman demasiado para devolverte la humillación..., pero podría hacerse...
Fernando: (Volviéndose furioso) ¡Explica eso!
Elvira: Es muy fácil presumir y despreciar a quien os quiere, a quien está dispuesta a ayudarnos... A quien nos ayuda ya... Es muy fácil olvidar esas ayudas...
Fernando: (Iracundo) ¿Cómo te atreves a echarme en cara tu propia ordinariez? ¡No puedo sufrirte! ¡Vete!
Elvira: (Arrepentida) ¡Fernando, perdóname, por Dios! Es que...  Fernando: ¡Vete! ¡No puedo soportarte! No puedo resistir vuestros favores ni vuestra estupidez.¡Vete! (Ella ha ido retrocediendo muy afectada. Se entra, llorosa y sin poderreprimir apenas sus nervios. Fernando, muy alterado también, saca un cigarrillo. Al tiempo de tirar la cerilla) ¡Qué vergüenza! (Repentinamente se endereza y espera, de cara al público. Carmina sube con la cacharra. Sus miradas se cruzan. Ella intenta pasar, con los ojos bajos. Fernando la detiene por un brazo).Fernando: Carmina.
Carmina: Déjeme...
Fernando: No, Carmina. Me huyes constantemente y esta vez tienes que escucharme.
Carmina: Por favor. Fernando... ¡Suélteme!
Fernando: Cuando éramos chicos nos tuteábamos...
¿Por qué no me tuteas ahora? (Pausa)¿Ya no te acuerdas de aquel tiempo? Yo era tu novio y tú eras mi novia... Mi novia...Y nos sentábamos aquí
(Señalando a los peldaños), en ese escalón, cansados de jugar...., a seguir jugando a los novios.
Carmina: Cállese.
Fernando: Entonces me tuteabas y... me querías.
Carmina: Era una niña... Ya no me acuerdo.
Fernando: Eras una mujercita preciosa. Y sigues siéndolo. Y no puedes haber olvidado. ¡Yo no he olvidado! Carmina, aquel tiempo es el único recuerdo maravilloso que conservo en medio de la sordidezen que vivimos. Y quería decirte... que siempre... has sido para mí lo que eras antes.
Carmina: ¡No te burles de mí!
Fernando: ¡Te lo juro!
Carmina: ¿Y todas... esas con quien has paseado y... que has besado?
Fernando: Tienes razón. Comprendo que no me creas. Pero un hombre... Es muy difícil de explicar. A ti, precisamente, no podía hablarte..., ni besarte... ¡Porque te quería, te quería y te quiero!
Carmina: No puedo creerte.(Intenta marcharse)
Fernando: No, no. Te lo suplico. No te marches. Es preciso que me oigas... y que me creas. Ven. (La lleva al primer peldaño) Como entonces. (Con un ligero forcejeo la obliga a sentarse contra la pared y se sienta a su lado. Le quita la lechera y la deja junto a él. Le coge una mano).Carmina: ¡Si nos ven!Fernando: ¡Qué nos importa! Carmina, por favor, créeme. No puedo vivir sin ti. Estoy desesperado. Me ahoga la ordinariez que nos rodea. Necesito que me quieras y que me consueles.Si no me ayudas, no podré salir adelante.
Carmina: ¿Por qué no se lo pides a Elvira? (Pausa. Él la mira excitado y alegre)
Fernando: ¡Me quieres! ¡Lo sabía! ¡Tenías que quererme! (Le levanta la cabeza. Ella sonríe involuntariamente) ¡Carmina, mi Carmina! (Va a besarla, pero ella le detiene).
Carmina: ¿Y Elvira?
Fernando: ¡La detesto! Quiere cazarme con su dinero. ¡No la puedo ver!
Carmina: (Con una risita) ¡Yo tampoco! (Ríen, felices).
Fernando: Ahora tendría que preguntarte yo: ¿Y Urbano?
Carmina: ¡Es un buen chico! ¡Yo estoy loca por él! (Fernando se enfurruña) ¡Tonto!
Fernando: (Abrazándola por el talle) Carmina, desde mañana voy a trabajar de firme por ti. Quiero salir de esta pobreza, de este sucio ambiente. Salir y sacarte a ti. Dejar para siempre los chismorreos, las broncas entre vecinos... Acabar con la angustia del dinero escaso, de los favores que abochornan como una bofetada, de los padres que nos abruman con su torpeza y su cariño servil, irracional...
Carmina: (Reprensiva) ¡Fernando!
Fernando: Sí. Acabar con todo esto. ¡Ayúdame tú!
Escucha: voy a estudiar mucho, ¿sabes? Mucho. Primero me haré delineante. ¡Eso es fácil! En un año... Como para entonces ya ganaré bastante, estudiaré para aparejador. Tres años. Dentro de cuatro años seré un aparejador solicitado por todos los arquitectos. Ganaré mucho dinero. Por entonces tú serás ya mi mujercita, y viviremos en otro barrio, en un pisito limpio y tranquilo. Yo seguiré estudiando. ¿Quién sabe? Puede que para entonces me haga ingeniero. Y como una cosa no es incompatible con la otra, publicaré un libro de poesías, un libro que tendrá mucho éxito...
Carmina: (Que le ha escuchado extasiada) ¡Qué felices seremos!
Fernando: ¡Carmina!(Se inclina para besarla y da un golpe con el pie a la lechera, que se derrama estrepitosamente.Temblorosos, se levantan
los dos y miran, asombrados, la gran mancha blanca en el suelo).
                                          FIN DEL ACTO 1
                                             
                                                 TEXTO 3 
                                                 
                                                ACTO 2

 
 
 

1- ¿Qué crees que ha pasado en esos diez años que han transcurrido entre un acto y otro para que tengamos este diálogo? ¿Por qué crees que Fernado se acabó casando con Elvira? Relaciónalo con la caída de la lechera
 
 Diez años después del texto anterior podemos ver que Fernando acabará casado con Elvira por causa del dinero que tenía su padre, dejando su relación con Carmina, que tal vez acabó por no conseguir lo que se había propuesto el chico. Urbano le declara su amor a Carmina, y aunque ella no le corresponde en este sentimiento le acepta como novio y después como marido. Urbano se enfadará con su amigo Fernando ya que este dejó a Carmina.

2- ¿Qué le recrimina Elvira a Fernando?
 
 Elvira en este fragmento le recrimina a su marido el haber sido un cobarde, un vago y un holgazán. Le recrimina que él no hubiera conseguido lo que se proponía y no haber traído suficiente dinero para la familia. Le recrimina que haya tenido siempre tanto miedo y que se dejara llevar tanto por él.
 
  3- ¿Crees que Carmina está enamorada de Urbano?
 
 Podemos ver que Urbano está totalmente enamorado ella pero pienso que  Carmina no lo está de él. Ella le acepta como novio y luego como mario por que necesita un marido que le ayude económicamente y por que todo el mundo se casaba y tenía familia.
 
 4- ¿Cómo es el encuentro entre los cuatro?
 
Las dos parejas se ecuentran en la puerta de la casa de Carmina cuando Elvira y Fernando acuden allí para darle el pésame por la muerte de Don Gregorio, padre de Carmina. Se nota cierta tensión según comienzan a hablar pues se reviven ciertas memorias de todos ellos, la relación de Carmina y Fernando sobre todo.
 
 
 Han transcurrido diez años que no se notan en nada: la escalera sigue sucia y pobre, las puertas sin timbre, los cristales de la ventana sin lavar) (...)  

(Urbano se encamina hacia el 1. Antes de llegar se encuentra con Carmina, que lleva un capacho en la mano. Cierra y se enfrentan, en silencio).
Carmina: ¿Terminó el...?
Urbano: Sí.
Carmina: (Enjugándose una lágrima) Muchas gracias, Urbano. Has sido muy bueno con nosotras.
Urbano: (Balbuciente) No tiene importancia. Ya sabes que yo..., que nosotros... estamos dispuestos...
Carmina: Gracias
Pausa. Baja la escalera con él a su lado).
Urbano: ¿Vas..., vas a la compra?
Carmina: Sí.
Urbano: Déjalo. Luego irá Trini. No os molestéis vosotras por nada.
Carmina: Iba a ir ella, pero se le habrá olvidado.
Urbano: (Parándose) Carmina...
Carmina: ¿Qué?
Urbano: ¿Puedo preguntarte... qué vais a hacer ahora?
Carmina: No lo sé... Coseremos.
Urbano: ¿Podréis salir adelante?
Carmina: No lo sé.
Urbano: La pensión de tu padre no era mucho, pero sin ella...
Carmina: Calla, por favor.
Urbano: Dispensa... He hecho mal en recordártelo.
Carmina: No
(Intenta seguir).

Urbano: (Interponiéndose) Carmina, yo...
Carmina: (Atajándole rápida) Tú eres muy bueno. Muy bueno. Has hecho todo lo posible por nosotras. Te lo agradezco mucho.
Urbano: Eso no es nada. Aún quisiera hacer mucho más.
Carmina: Ya habéis hecho bastante. Gracias de todos modos
(Se dispone a seguir).
Urbano: ¡Espera, por favor! (Llevándola al «casinillo») Carmina, yo..., yo te quiero. (Ella sonríe tristemente) Te quiero hace muchos años, tú lo sabes. Perdona que te lo diga hoy: soy un bruto. Es que no quisiera verte pasar privaciones ni un solo día. Ni a ti ni a tu madre. Me harías muy feliz si..., si me dijeras... que puedo esperar. (Pausa. Ella baja la vista) Ya sé que no me quieres. No me extraña, porque yo no valgo nada. Soy muy poco para ti. Pero yo procuraría hacerte dichosa. (Pausa) No me contestas...
Carmina: Yo... había pensado permanecer soltera.
Urbano: (Inclinando la cabeza) Quizá continúas queriendo a algún otro...
Carmina: (Con disgusto) ¡No, no!
Urbano: Entonces, es que... te desagrada mi persona.
Carmina: ¡Oh, no!
Urbano: Ya sé que no soy más que un obrero. No tengo cultura ni puedo aspirar a ser nada importante... Así es mejor. Así no tendré que sufrir ninguna decepción, como otros sufren.
Carmina: Urbano, te pido que...
Urbano: Más vale ser un triste obrero que un señorito inútil... Pero si tú me aceptas yo subiré ¡Subiré, sí! ¡Porque cuando te tenga a mi lado me sentiré lleno de energías para trabajar! ¡Para trabajar por ti! Y me perfeccionaré en la mecánica y ganaré más (Ella asiente tristemente, en silencio, traspasada
por el recuerdo de un momento semejante) Viviríamos juntos: tu madre, tú y yo. Le daríamos a la vieja un poco de alegría en los años que le quedasen de vida. Y tú me harías feliz. (Pausa) Acéptame, te lo suplico.
Carmina: ¡Eres muy bueno!
Urbano: Carmina, te lo ruego. Consiente en ser mi novia. Déjame ayudarte con ese título.
Carmina: (Llora refugiándose en sus brazos) ¡Gracias, gracias!
Urbano: (Enajenado) Entonces... ¿Sí? (Ella asiente) ¡Gracias yo a ti! ¡No te merezco!(Quedan un momento abrazados. Se separan con las manos cogidas. Ella le sonríe entre lágrimas. Paca sale de su casa. Echa una automática ojeada inquisitiva sobre el rellano y le parece ver algo en el casinillo. Se acerca al IV para ver mejor, asomándose a la barandilla, y los reconoce).
Paca: ¿Qué hacéis ahí?
Urbano: (Asomándose con Carmina) Le estaba explicando a Carmina... el entierro.
Paca: Bonita conversación. (A Carmina). ¿Dónde vas tú con el capacho?
Carmina: A la compra.
Paca: Quédate en casa, yo iré en tu lugar. (A Urbano, mientras empieza a bajar). Acompáñalas, anda. (Se detiene, fuerte). ¿No subís? (Ellos se
apresuran a hacerlo. Paca baja y se cruza con la pareja en la escalera. A Carmina, cogiéndole el capacho) Dame el capacho. (Sigue bajando. Se
vuelve a mirarlos y ellos la miran también desde la puerta, confusos. Carmina abre con su llave, entran y cierran. Paca, con gesto expresivo. Se va) Elvira y Fernando suben. Fernando lleva ahora al niño. Discuten).
Fernando: Ahora entramos un minuto y les damos el pésame.
Elvira: Ya te he dicho que no.
Fernando: Pues antes querías.
Elvira: Y tú no querías.
Fernando: Sin embargo, es lo mejor. Compréndelo, mujer.
Elvira: Prefiero no entrar.
Fernando: Entraré yo solo entonces.
Elvira: ¡Tampoco! Eso es lo que tú quieres: ver a Carmina y decirle cositas y tonterías.
Fernando: Elvira, no te alteres. Entre Carmina y yo terminó todo hace mucho tiempo.
Elvira: No te molestes en fingir. ¿Crees que no me doy cuenta de miraditas que le echas encima, y de cómo procuras hacerte el el encontradizo con ella?
Fernando: Fantasías.
Elvira: ¿Fantasías? La querías y la sigues queriendo.
Fernando: Elvira, sabes que yo te he...
Elvira: ¡A mí nunca me has querido! Te casaste por el dinero de papá.
Fernando: ¡Elvira!
Elvira: Y, sin embargo, valgo mucho más que ella.
Fernando: ¡Por favor! ¡Pueden escucharnos los vecinos!
Elvira: No importa
Fernando: Te juro que Carmina y yo no...
Elvira: (Dando pataditas en el suelo) ¡No me lo creo! ¡Y eso se tiene que acabar! (Se dirige a su casa, mas él se queda junto al I) ¡Abre!
Fernando: Vamos a dar el pésame; no seas terca.
Elvira: Que no, te digo.
Fernando: Toma a Fernandito.(Se lo da y se dispone a abrir)
Elvira: (En voz baja y violenta) ¡Tú tampoco vas! ¿Me has oído? (Él abre la puerta sin contestar) ¿Me has oído?
Fernando: ¡Entra!
Elvira: ¡Tú antes! (Se abre el I y aparecen Carmina y Urbano. Están con
las manos enlazadas, en una actitud clara. Ante la sorpresa de
Fernando, Elvira vuelve a cerrar la puerta y se dirige a ellos, sonriente) ¡Qué casualidad, Carmina! Salíamos precisamente para ir a casa de ustedes.
Carmina: Muchas gracias (Ha intentado desprenderse, pero Urbano la retiene).
Elvira: (Con cara de circunstancias) Sí, hija... Ha sido muy lamentable... muy sensible.
Fernando: (Reportado) Mi mujer y yo les acompañamos, sinceramente, en el sentimiento.
Carmina: (Sin mirarle) Gracias La tensión aumenta, inconteniblemente, entre los cuatro).
Elvira: ¿Su madre está dentro?
Carmina: Sí; háganme el favor de pasar. Yo entro en seguida. (Con vivacidad). En cuanto me despida de Urbano.
Elvira: ¿Vamos, Fernando? (Ante el silencio de él). No te preocupes, hombre. (A Carmina). Está preocupado porque al nene le toca ahora la teta. (Con una tierna mirada para Fernando) Se desvive por su familia. (A Carmina). Le daré el pecho en su casa. No le importa, ¿verdad

Carmina: Claro que no.
Elvira: Mire qué rico está mi Fernandito. (Carmina se acerca después de
lograr desprenderse de Urbano) Dormidito. No tardará en chillar y pedir lo suyo.
Carmina: Es una monada.
Elvira: Tiene toda la cara de su padre. (A Fernando) Sí, sí; aunque te empeñes en que no. (A Carmina) Él asegura que es igual a mí. Le agrada mucho que se parezca a mí. Es a él a quien se parece, ¿no cree?
Carmina: Pues... no sé. ¿Tú qué crees, Urbano?
Urbano: No entiendo mucho de eso. Yo creo que todos los niños pequeños se parecen.
Fernando: (A Urbano) Claro que sí. Elvira exagera. Lo mismo puede parecerse
a ella, que ... Carmina, por ejemplo.
Elvira: (Violenta) ¡Ahora dices eso! ¡Pues siempre estás afirmando que es mi vivo retrato!
Carmina: Por lo menos, tendrá el aire de familia. ¡Decir que se parece a mí! ¡Qué disparate!
Urbano: ¡Completo!
Carmina: (Al borde del llanto) Me va usted a hacer reír, Fernando, en un día como éste.
Urbano: Carmina, por favor, no te afectes. (A Fernando) ¡Es muy sensible!
(Fernando asiente).
Carmina: (Con falsa ternura) Gracias, Urbano.
Urbano: (Con intención) Repórtate. Piensa en cosas más alegres... Puedes hacerlo...
Fernando: (Con la insolencia de un antiguo novio) Carmina fue siempre muy sensible.
Elvira: Pero hoy tiene motivo para entristecerse. ¿Entramos, Fernando?
Fernando: (Tierno) Cuando quieras, nena.
Urbano: Déjalos pasar, nena
(Y aparta a Carmina, con triunfal solicitud que brinda a Fernando, para dejar pasar al matrimonio).
 
  
                                            

 
                                                   TEXTO 4  


1- ¿Crees que han sido felices Fernado, Carmina, Urbano y Elvira? ¿Por qué? ¿Qué simbolismo tiene el hecho de que después de tantos años sigan viviendo en la misma escalera de vecinos?
 
 
 
2- ¿Qué le recrimina Carmina a Fernando?
 
 
 
3- ¿Por qué ninguno quiere que sus sus respectivos hijos sean pareja?
 
 
 
4- ¿A qué otro momento te recuerda el diálogo final de la obra?
 
 
 
5- ¿Qué mensaje crees que pretende transmitirnos Buero Vallejo al hacer dos escenas tan parecidas?
 
 
 
6-¿Te parece un final abierto? ¿Por qué?

ACTO TERCERO
 
(Pasaron velozmente veinte años más. Es ya nuestra época).

Urbano: Fernando.
Fernando: (Volviéndose) Hola. ¿Qué quieres?
Urbano: Un momento. Haz el favor.
Fernando: Tengo prisa.
Urbano: Es sólo un minuto.
Fernando: ¿Qué quieres?
Urbano: Quiero hablarte de tu hijo.
Fernando: ¿De cuál de los dos?
Urbano: De Fernando.
Fernando: ¿Y qué tienes que decir de Fernando?
Urbano: Que harías bien impidiéndole que sonsacase a mi Carmina.
Fernando: ¿Acaso crees que me gusta la cosa? Ya le hemos dicho todo lo necesario. No podemos hacer más.
Urbano: ¿Luego lo sabías?
Fernando: Claro que lo sé. Haría falta estar ciego...
Urbano: Lo sabías y te alegrabas, ¿no?
Fernando: ¿Que me alegraba?
Urbano: ¡Sí! Te alegrabas. Te alegrabas de ver a tu hijo tan parecido a ti mismo... De encontrarle tan irresistible como lo eras tú hace treinta años.
Fernando: No quiero escucharte. Adiós. (Va a marcharse).
Urbano: ¡Espera! Antes hay que dejar terminada esta cuestión. Tu hijo...
Fernando: (Sube y se enfrenta con él): Mi hijo es una víctima, como lo fui yo. A mi hijo le gusta Carmina porque ella se le hapuesto delante. Ella es quien le saca de sus casillas. Con mucha mayor razón podría yo decirte que la vigilases.
Urbano: ¡Cuanto a ella puedes estar seguro! Antes la deslomo que permitir que entienda con tu Fernandito. Es a él a quien tienes que sujetar y encarrilar. Porque es como tú eras: un tenorio y un vago.
Fernando: ¿Yo un vago?
Urbano: Sí. ¿Dónde han ido a parar tus proyectos de trabajo? No has sabido hacer más que mirar por encima del hombro a los demás. ¡Pero no te has emancipado, no te has libertado! (Pegando en el pasamanos) ¡Sigues amarrado a esta escalera, como yo, como todos!
Fernando: Sí; como tú. También tú ibas a llegar muy lejos con el sindicato y la solidaridad.(Irónico) Ibais a arreglar las cosas para todos... Hasta para mí.
Urbano: ¡Sí! ¡Hasta para los zánganos y cobardes como tú!Carmina: ¡Eso! ¡Un cobarde! ¡Eso es lo que has sido siempre! ¡Un gandul y un cobarde!
Urbano: ¡Tú, cállate!
Carmina: ¡No quiero! Tenía que decírselo. (A Fernando) ¡Has sido un cobarde toda tu vida! Lo has sido para las cosas más insignificantes... y para las más importantes.
(Lacrimosa) ¡Te asustaste como una gallina cuando hacía falta ser un gallo con cresta y espolon
Urbano: (Furioso): ¡Métete para adentro!
Carmina: ¡No quiero! (A Fernando) Y tu hijo es
como tú: un cobarde, un vago y un embustero. Nunca se casará con mi hija, ¿entiendes? (Se detiene, jadeante).
Fernando: Ya procuraré yo que no haga esa tontería.
Urbano: Para vosotros no sería una tontería, porque ella vale mil veces más que él.
Fernando: Es tu opinión de padre. Muy respetable. (Se abre el II y aparece Elvira, que escucha y los contempla). - Pero Carmina es de la pasta de su
familia. Es como Rosita...
Urbano: (Que se acerca a él rojo de rabia) Te voy a...(Su mujer le sujeta)
Fernando: ¡Sí! ¡A tirar por el hueco de la escalera! Es tu amenaza favorita. Otra de las cosas que no has sido capaz de hacer con nadie
Elvira: (Avanzando) ¿Por qué te avienes a discutir con semejante gentuza? Vete a lo tuyo. 
Carmina: ¡Una gentuza a la que no tiene usted derecho a hablar!
Elvira: Y no la hablo.
Carmina: ¡Debería darle vergüenza! ¡Porque usted tiene la culpa de todo esto!
Elvira: ¿Yo?
Carmina: Sí, usted, que ha sido siempre una zalamera y una entrometida...
Elvira: ¿Y usted qué ha sido? ¡Una mosquita muerta! Pero le salió mal la combinación.
Fernando: (A su mujer) Estáis diciendo muchas tonterías...
Elvira: ¡Tú te callas! (A Carmina, por Fernando) ¿Cree usted que se lo quité? ¡Se lo regalaría de buena gana!
Fernando: ¡Elvira, cállate! ¡Es vergonzoso!
Urbano: (A su mujer): ¡Carmina, no discutas eso! 
Elvira. (Sin atender a su marido) Fue usted, que nunca supo retener a nadie, que no ha sido capaz de conmover a nadie..., ni de conmoverse.
Carmina: ¡Usted, en cambio, se conmovió a tiempo! ¡Por eso se lo llevó!
Elvira: ¡Cállese! ¡No tiene derecho a hablar! Ni usted ni nadie de su familia puede rozarse con personas
decentes. Paca ha sido toda su vida una murmuradora... y una consentidora. (A Urbano) ¡Como usted! Consentidores de los caprichos de Rosita...¡Una cualquiera! (Se abalanza y la agarra del pelo. Todos vocean. Carmina pretende pegar a Elvira. Urbano trata de separarlas. Fernando sujeta a su mujer. Entre los dos consiguen separarlas a medias).
Fernando: ¡Basta! ¡Basta ya!
Urbano: (A Elvira) ¡Si mi hermana Rosa se juntó con Pepe y le salió mal, usted cazó a Fernando.
Elvira: ¡Yo no he cazado a nadie!
Urbano: ¡A Fernando!
Carmina: ¡Sí! ¡A Fernando!
Urbano: Y le ha durado. Pero es tan chulo como Pepe.
Fernando: ¿Cómo?
Urbano: (Enfrentándose con él) ¡Claro que sí! Has sido un cazador de dotes. En el fondo, igual que Pepe. Peor! ¡Por que tú has sabido nadar y guardar la ropa!
Fernando: ¡No te parto la cabeza porque...! (La mujeres los sujetan ahora)
Urbano: ¡Porque no puedes! ¡Porque no te atreves! ¡Pero a tu niño se la partiré yo como le vea rondar a Carmina! (Con grandes voces) ¡Y se acabó! ¡Vamos adentro! (Los empuja rudamente)
Elvira: (Antes de entrar, a Carmina) ¡Pécora!
Carmina: (Lo mismo) ¡Enredadora 
Elvira: ¡Escandalosa! ¡Ordinaria!
Fernando: (A Elvira) ¡Nosotros, para dentro también!
Elvira: (Después de considerarle un momento
con desprecio) Y tú a lo tuyo, que ni para eso vales! (Su marido la mira violento. Ella se mete y cierra también con un portazo. Fernando baja tembloroso la escalera, con la lentitud de un vencido. Su hijo, Fernando, le ve cruzar y desaparecer con una mirada de espanto. La escalera queda en silencio. Fernando, hijo, oculta la cabeza entre las manos. Pausa larga. Carmina, hija, sale con mucho sigilo de su casa y cierra la puerta sin ruido. Su cara no está menos descompuesta que la de Fernando).
Fernando hijo: ¡Carmina!(Aunque esperaba su presencia, ella no puede reprimir un suspiro de susto. Se miran un momento y en seguida ella baja corriendo y se arroja en sus brazos) ¡Carmina!
Carmina, hija: ¡Fernando! Ya ves... Ya ves que no puede ser.
Fernando hijo: ¡Sí puede ser! No te dejes vencer por su sordidez. ¿Qué puede haber de común entre ellos y nosotros? ¡Nada! Ellos  son viejos y torpes. No comprenden... Yo lucharé para vencer. Lucharé por ti y por mí. Pero tienes que ayudarme, Carmina. Tienes que confiar en mí y en nuestro cariño
Carmina, hija: ¡No podré!
Fernando, hijo: Podrás. Podrás... porque yo te lo pido. Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta años subiendo  y bajando esta escalera... Haciéndose cada día más mezquinos y más vulgares. Pero nosotros no nos dejaremos vencer por este ambiente ¡No! Porque nos marcharemosde aquí. Nos apoyaremos el uno en el otro. Me ayudarás a subir, a dejar para siempre esta casa miserable, estas broncas constantes, estas estrecheces. Me ayudarás, ¿verdad? Dime que sí, por favor. ¡Dímelo!
Carmina, hija: ¡Te necesito, Fernando! ¡No me dejes!
Fernando, hijo: ¡Pequeña! (Quedan un momento abrazados. Después, él la lleva al primer escalón y la sienta junto a la , pared sentándose a su lado. Se cogen las manos y se miran arrobados) Carmina, voy a empezar en seguida a trabajar por ti. ¡Tengo muchos proyectos!
Saldré de aquí. Dejaré a mis padres. No los quiero. Y te salvaré a ti. Vendrás conmigo. Abandonaremos este nido de rencores y de brutalidad.
Carmina, hija: ¡Fernando!
Fernando, hijo: Sí, Carmina. Aquí sólo hay brutalidad e incomprensión para nosotros. Escúchame. Si tu cariño no me falta, emprenderémuchas cosas. Primero me haré aparejador¡No es difícil! En unos años me haré un buen aparejador. Ganaré mucho dinero y me solicitarán todas las empresas constructoras. Para entonces ya estaremos casados... Tendremos nuestro hogar, alegre y limpio..., lejos de aquí. Pero no dejaré de estudiar por eso. ¡No, no, Carmina! Entonces me haré ingeniero. Seré el mejor ingeniero del país y tú serás mi adorada mujercita... 
 Carmina, hija: ¡Fernando! ¡Qué felicidad!... ¡Qué felicidad! 
Fernando hijo: ¡Carmina! (Se contemplan extasiados, próximos a  besarse).                                  
                                                    FIN